La escritora más valorada de su tiempo, no solo por sus novelas y su deliciosa correspondencia con Galdós, producto de un romance intenso y apasionado, sino sobre todo por su personalidad abierta y valiente que se identifica con los ideales de la mujer actual y los logros de derechos y libertades conseguidos muchos años después. Viajera infatigable, participó de la vida pública social y literaria, arriesgándose a críticas por el escándalo que causaron sus consideraciones y su manera de ver la vida, libre de prejuicios. Su forma de entender el amor, tan sincera y apasionada la apartan de los convencionalismos de la época.
Nació en A Coruña en 1851, en una familia acomodada. Desde muy joven la lectura y la escritura fueron su interés. Viajó por Europa, Galicia y vivió en Madrid. Realizó un estudio crítico sobre Feijóo y a partir de su segunda obra narrativa, Un Viaje de novios, inició una intensa vida literaria y social. El prólogo resulta fundamental para comprender lo que significa el Naturalismo, así como en la colección de artículos que recogió bajo el título de La cuestión palpitante. Gran lectora en la primavera de 1887 da una conferencia en el Ateneo madrileño sobre narradores rusos, a los que estudió en profundidad. Galdós le dedicó una crítica muy elogiosa. Después publica Los Pazos de Ulloa y se instala en Madrid.
En 1891 funda la revista, El “Nuevo Teatro Crítico”, como Galdós y Clarín desarrolló una gran actividad en la páginas de la prensa escrita. Diarios y revistas fueron vehículo decisivo en la difusión de su obra de crítica y creación. También le supuso una importante fuente de ingresos que afianzó su independencia y libertad pese a su excelente posición económica y familiar. La escritora se consideró siempre prioritariamente novelista, aunque no le pasó inadvertida la importancia del periodismo.
En 1895 inició la serie de La vida contemporánea en “La Ilustración Artística”, tenía 44 años y estaba en la plenitud de una vitalidad arrolladora. La crónica que escribe es una crónica vital de muy amplios márgenes, que se aproxima al diálogo con el lector, en alguna ocasión lo hace consigo misma con una extraordinaria y lúcida capacidad de comunicación. Después en “La Ilustración de Barcelona” será la firma más célebre junto a Castelar.
ocupándose de su sección cuando fallece.
Muy preocupada por el estilo y sin querer traicionar la sinceridad, que fue siempre una de sus grandes cualidades, defiende con un vehemente, gratificante deseo de vivir la libertad:
«El medicamento de la libertad, no ensayado, tal vez nunca lleguemos a aceptarlo los latinos. Pugna con nuestras ideas; es repulsivo a nuestra mentalidad, a nuestro sentido peculiarísimo de restricción y moderación, de orden artificiosamente establecido y conservado. La libertad es, a veces un huracán, a veces un terral cálido que todo lo abrasa; le tenemos miedo; no prestamos fe a sus beneficios.
Simbólicamente le llamamos medicina a la libertad… consideremos la medicina. Los últimos adelantos de esta ciencia se basan en dos pilares fortísimos: libertad y naturaleza. Es curioso que la medicina demuestre lo que socialmente venimos recomendando: el valor curativo de la libertad»
Entiende los viajes como fuente de conocimiento y apertura espiritual «La vida contemporánea es hacer la maleta e irse por esos mundos». Su apasionada curiosidad es otra característica de su personalidad «Nos interesa estar al corriente de las nuevas direcciones de la mentalidad y la intelectualidad en filosofía, ciencia, arte, sociología y derecho».
Sus juicios sobre la sociedad española de la Restauración sorprenden: «La concupiscencia verdaderamente criminal de unos gobiernos que desde hace muchísimo tiempo, solo vienen preocupándose de ganar elecciones, de colocar a sus paniaguados… Malo es que nos oprima y chupe la sangre el caciquismo, detestable que nuestra administración sea un tejido de corruptos y de rutinas, cruel que todo se encuentre en este estado de decadencia y de inferioridad, de podredumbre y de anemia profunda; conviene que mejore nuestra situación material, que se atienda a la realidad, la cual se venga siempre de los que de ella prescinden».
El feminismo es otra de sus grandes cuestiones, por su condición de mujer no llegó a la Academia y sufrió numerosos desprecios y críticas.
«La mujer necesita que le reformen el traje, si ha de vivir con salud, haciendo el necesario ejercicio… son -las faldas largas-, en fin, por cualquier lado que se miren, una calamidad de la cual no comprendo cómo no están libres ya las infelices mujeres, cuando sería tan sencillo esgrimir la tijera y dejar las faldas a la altura que no causen ninguno de los males que dejo indicado»
«¿Lo ven ustedes, cómo prosiguen los asesinatos de mujeres? Ahora ya, de una vez, un hombre despacha a dos juntas, hija y madre. Sistema perfeccionado, con todos los adelantos de la edad moderna; golpe doble…Claro el individuo habrá dicho para su navaja: «Qué me harán si mato una mujer? Poca cosa. ¿Y si mato dos? Lo mismo. Siempre resultará que procedí arrastrado por sentimientos irresistibles».
En los temas culturales descubrimos estas reflexiones que nos rinden:
«Ah! Fomentad el vicio de leer, hasta ofreciendo premios. no creáis que existen malas lecturas. Gentes de pusilánime condición tiemblan ante la cubierta de un libro, como si fuese una bomba de dinamita…. la única lectura mala es la lectura única…Con el sistema de libertad, con el aire, el sol, el agua, la mortalidad ha disminuido, la medicina obtiene resultados maravillosos. Abrid así la inteligencia: lo único funesto es tabicar. Leed, leed, leed».
Fue una gran profesora, sus clases eran las más concurridas de la época, la catedrática era culta, divertida y directa. Esto le reportó envidias y todo tipo de comentarios crueles y machistas a la que fue la primera catedrática de Literatura en la Universidad central de Madrid, primera presidenta de la sección literatura Ateneo y la primera corresponsal de prensa en el extranjero, en Roma y en París que leía a Shakespeare en su lengua original.
«Yo, cuando llegue el momento de colgar las armas, desceñir el arnés, cuando tenga que retirarme a la sombra de los árboles o a sombra más obscura aún, no podré decir que no he recogido el fruto espiritual abundante y sazonado»
Murió el 12 de mayo de 1921. Al día siguiente toda la prensa le reconocía los méritos y valía que la sociedad le negó en vida. Como bien dijo Alfredo Pérez Rubalcaba: «Los españoles somos gente que enterramos muy bien».
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