Más allá de la tristeza toma como hilo conductor el tema de las adopciones internacionales de niños de otras razas y su integración en una sociedad como la española, menos tolerante de lo que nos creemos con el diferente. Nos cuenta la historia de Diego, indígena peruano, desde que fue adoptado, a la edad de cinco años, por un matrimonio español de clase alta que no puede tener hijos propios, hasta su madurez, con treinta años y una vida de adulto encaminada. La trama y personajes responden a los de una sociedad occidental, desarrollada y contemporánea. La acción sucede entre Valencia y en Lima, entre 1950 y 2021. 

La idea surgió cuando tuve conocimiento de que un matrimonio, al parecer muy enamorados entre ellos, amigo de unos amigos, tras adoptar un niño suramericano de unos cinco años, al poco tiempo se divorció. Naturalmente, me pregunté: ¿podría haber sido ese niño la causa de su divorcio? Le di vueltas, traté de imaginar la situación familiar, partiendo de una mujer empecinada en ser madre por encima de todo y un hombre estéril que acepta la adopción por complacer a su esposa, sin convencimiento ni necesidad, incluso con cierto sentimiento de culpa por sus circunstancias personales, y no necesité más, porque el resto lo dejé a mi capacidad de fabulación, ayudada por el estudio que inicié sobre las adopciones internacionales de niños de otras razas, y el proceso de integración en una sociedad que no es la suya. Leí tesis doctorales sobre el tema, consulté a profesionales que me informaron sobre las dificultades a las que se enfrentan en la construcción familiar. Más allá de la tristeza nos cuenta las peripecias de una “familia que no supo ser” aunque, como sugiere el título, se trata de una historia de superación, por parte del protagonista, de un pasado insoportable marcado por el desarraigo del diferente. 

En Más allá de la tristeza hay tres voces narrativas en primera persona: la de Diego, el hijo adoptado, y ya adulto, que recuerda su adopción; la de Bernardo, el padre adoptivo; y la de Candela, la indígena, mezcla de aimara y quechua, novia y luego esposa de Diego. Pero hay otra voz narrativa, omnisciente, la que se introduce en la mente de Alicia, la madre adoptiva, pues ella, moribunda, ni puede hablar ni escribir, y el lector necesita su versión porque su papel fue determinante.

Esta estructura da agilidad a la lectura y aporta diversos puntos de vista. Enriquecen el relato. Los protagonistas son los relatores y evolucionan a lo largo de la novela, al igual que las personas evolucionamos a lo largo de nuestra vida, de forma que la novela es el relato de varias transformaciones que nutren la materia literaria.