Antonio Colinas, la palabra trascendente

La poesía es un arma cargada de futuro, recordar este poema de Gabriel Celaya, o recordar algún poema de cualquier representante de la poesía social, además de Blas de Otero, esa poesía dirigida a la inmensa mayoría, es sintonizar con nuestra actitud vital, con esa conciencia que nos lleva a la solidaridad y al altruismo. La poesía no tiene nombre, puede ir dirigida a la inmensa mayoría o a la inmensa minoría, Juan Ramón es el gran poeta del siglo XX. Habitaciones separadas de Luis García Montero, representante de la poesía de la experiencia y Cuaderno de Nueva York de José Hierro nos ofrecen la mejor poesía española de la segunda mitad del siglo XX. Da igual el nombre y apellido, la poesía nos llega más o menos culta, con mayor o menor trabajo formal, cuando nos emociona, Gil de Biedma, por ejemplo, es un imprescindible. La poesía es denuncia y testimonio, canto y celebración, como dijo el maestro “palabra en el tiempo”.

¿Olvidar, o acaso recordar

que allá, sobre esa playa,

fuimos cuerpos o restos de un naufragio de sueños,

dos manos que arañaban

en la sombra

la sombra?

Estos versos me impresionaron, había leído Astrolabio y después busqué para conocer a este poeta El río de sombra, la poesía escrita entre los años 1967 y 1997. Antonio Colinas,  nacido en la Bañeza, León, en 1946, reconocido con el Premio de la Crítica en 1975, el Nacional de Literatura en 1982 y el premio de Poesía Iberoamericana, entre otros, es uno de los poetas más destacados en la literatura castellana actual. La razón poética, la Segunda República, el exilio y la tradición lo encontramos en Sobre María Zambrano, misterios encendidos.

¿Paraíso en la nieve!

Al fin, ya todo es blanco

en lo negro del hombre.

Hasta el aire tan frío que respiras

te parece de fuego.

Y allá donde se posan tus dos ojos

la luz es una zarza que llamea, 

oímos el crujido de la luz.

Leí este libro, El crujido de la luz, que es el crujido que produce la nieve cuando se la pisa. Un libro en prosa que rebosa poesía que rescata la infancia y el tiempo.

La poesía, los símbolos y la luz, en la línea de nuestra poesía clásica, de profundas raíces y humanismo fértil se desprenden de sus versos que son también música y ritmo. La intensidad de la realidad trascendente nos acompaña en la lectura recogida a la que invita, en ella encontramos los temas de nuestra poesía clásica: el amor, la muerte, el tiempo y el sentido de la infinitud.

Llévame o tráeme o piérdeme

por esta amarga y dulce tierra nuestra,

pero este anochecer del verano moribundo

no me saques del laberinto sin salida 

de tus ojos.

Palabra viva, de tierra y emoción. Poesía elaborada para los sentidos, de vigorosa fuerza de la naturaleza, que a través de signos o símbolos nos explica el mundo en la búsqueda de la plenitud del ser.

Tu boca es un don, 

pues habla la verdad.

Y eres mujer: un templo en donde la esperanza

se fecunda y germina.

Este poema lo he seleccionado de su último libro En los prados sembrados de ojos, se titula Mujer-símbolo, en este libro aparecen GóngoraCervantesAzorín, Rubén Darío “rotundo caracol marino”, la música…un libro de plenitud. Sentimos la voz interior del poeta que nos ayuda, como una revelación, a encontrarnos con lo esencial.

Como Colinas no concibo el mundo sin poesía, el lenguaje poético, ese rico viaje interior, nos lleva a un grado de plenitud que nos reconforta y nos salva.

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