No quiero acabar el día sin expresar mi admiración y pesar por la noticia del fallecimiento de Juan Marsé, un escritor que escribe en un castellano universal las historias que nos han conmovido en los últimos cincuenta años. Sus títulos desde Últimas tardes con Teresa hasta las últimas publicaciones nos unen a una época y nos enseñan sentimientos, personajes y paisajes inolvidables.
Charnegos, señoritos, mujeres enamoradas, excluidos sociales, la memoria de los vencidos, la infancia robada, los enfrentamientos entre trabajadores y burgueses universitarios…ahí está Juan Marsé con su fuerza y su valentía. Recibo la noticia escribiendo un artículo acerca de la última novela publicada de Cristina Morales, nada es casual. Estudiando con asombro a la escritora, comenta que el escritor del que más obras ha leído es Juan Marsé. Como ella residentes en Barcelona que hablan y se expresan por escrito en español, como tantos otros artistas que escriben, bailan o cantan en la lengua que mejor conocen.
Si te dicen que caí, me dejó durante mucho tiempo con los ecos de la crónica sobre la Barcelona de la posguerra, de las pandillas de jóvenes…los primeros escarceos sexuales y las “aventis”. Muchos andaluces y extremeños que se fueron a mejorar su vida a Cataluña y a la zona industrial de Barcelona, han conocido en primera persona las aventuras que cuenta Marsé. Granaínos muchos. Pensaba: se acaba una época y empieza otra, aunque muchos tópicos continúen igual. Todavía guerras por librar.
Con un estilo que puede ser sencillo y directo a la complejidad estructural de Rabos de lagartija, Premio de la Crítica y Premio nacional de Narrativa, las novelas de Marsé, Premio Cervantes 2008, enganchan desde la primera página. Qué generación la de la Escuela de Barcelona de los 50: Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, Juan García Hortelano, Manuel Vázquez Montalbán, Juan Goytisolo, Terenci Moix, Eduardo Mendoza…!!!
Conocí a Marsé en Andorra en la entrega del premio Carlemany expresándose en su hermoso castellano de chico de barrio. Caminaba derecho con su porte romano Yo estudiaba catalán, como exigía el país, empezaba a disfrutar de una lengua que me parecía que igualaba mi admiración por la lengua portuguesa, tan dulce y tan bella.
Maestro, te tenemos, te admiramos, quien quiera conocer esa tierra y ese tiempo tendrá que acudir a ti, que como un mago sabio y profundo nos llevas de la mano y nos hacer mejores porque conocemos la verdad, una verdad que nos hace más libres.
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