Hay escritoras que suavemente te acompañan con la fuerza de la convicción y a cuyas enseñanzas no te puedes resistir. La familia y las relaciones familiares vistas desde la perspectiva de esta italiana de Palermo son una lección de honestidad. La familia y sus destrozos o como aprender a supera el mar de confusiones y problemas que, a veces, nos inunda. Picos y valles dijo alguien. El camino que lleva a la ciudad, su primera novela ya da cuenta de ello con un estilo sencillo en apariencia, pero de gran elaboración literaria y ensayística. Una mujer comprometida con la vida, con lo cotidiano, lo de todos los días. La sociología de lo privado que se aúna con lo público en muchas ocasiones. Una literatura triste y bella que impulsa a vivir y a vivir mejor.
Léxico familiar, entre el ensayo y la autobiografía en una Italia antifascista. Los momentos que rodearon a nuestra autora, una de las hijas del profesor Levi, su infancia y juventud. Natalia Ginzburg sabe aunar los hechos del círculo familiar con lo que le pedimos a la ficción para decir que es una novela. Su escritura es tan normal, tan cercana a las pequeñas cosas, y sin embargo tan grandes, que nos conquista con su afán de autenticidad y verdad.
Pequeñas virtudes, se compone de once textos de diversos temas: la guerra, el recuerdo de Pavese, la experiencia de ser mujer y madre, su estancia en Londres…el valor central radica en el tratamiento que hace de la educación en el titulado así: Pequeñas virtudes. Se refiere a la educación de los hijos para decirnos que lo que hay que enseñar no son las pequeñas virtudes sino las grandes que sintetiza así:
Generosidad e indiferencia hacia el dinero
Coraje y desprecio por el peligro
Franqueza y amor por la verdad
Amor al prójimo y abnegación
Deseo de ser y de saber
Sostiene la autora que fundamentamos nuestro sistema educativo en las pequeñas porque a ello le debemos reflexión, mientras que las grandes creemos que brotan espontáneamente y así fomentamos:
El ahorro
La prudencia
La astucia
La diplomacia
Deseo de éxito
Transmitimos a través de la relación que establecemos con nuestros hijos este clima en que no sirven las formas que utilizaron nuestros padres con nosotros. Usaron una autoridad que nosotros no somos capaces de usar. Propone que establecer el diálogo en el que nos revelamos tal cual somos, imperfectos, puede ser una solución.
Nos propone que enseñemos a ser libres frente al dinero y con costumbres sencillas. La indiferencia ante el dinero es lo que nos puede ayudar.
La importancia que damos al rendimiento escolar es del todo infundada, perseguir el éxito solo nos lleva al desencanto constante. Los niños deben enfrentarse solos a la primera batalla que es la escuela, y si sufren injusticias deben saber que las experimentarán a lo largo de la vida y lo importante es que no las cometan. Los padres debemos consolar a los hijos ante el fracaso, bajarles los humos y dejar que elijan su día de mañana: que no les falte nunca el amor a la vida. Debemos esperar el despertar de su espíritu.
Con respecto al desarrollo de una vocación que el tiempo recorra su espacio libre y despacio. Un justo equilibrio entre silencio y palabra. No debemos gustarles para que sean idénticos a nosotros y debemos cultivar la amistad con ellos, pero no demasiado. La sombra que se desarrolla al margen de nosotros es el espacio. Ser un punto de partida y una ayuda cuando es preciso. No son una propiedad que nos pertenece, ni podemos aferrarnos a ellos como tabla salvadora.
Las propuestas de Ginzburg son el resultado de una gran vivencia personal, tienen la profundidad de la reflexión y la sabiduría que proporciona una vida tan apasionante y llena de circunstancias de un tiempo que asoló Europa con una guerra y la devastó. Con su primer marido fueron “internados civiles de guerra”, un confinamiento que duró tres años en los Abruzos. Ser mujer, madre, escritora, colaboradora en periódicos y revistas diversos, no debió ser fácil en un mundo en el que los hombres ostentaban el poder cultural e intelectual. En ningún momento siento a la escritora como víctima, sino más bien como la toma de conciencia con la realidad y el compromiso.
Dice para aprender a caminar con los zapatos rotos es conveniente tener los pies calientes cuando se es niño. Todo es más fácil cuando has vivido y has aprendido esto. Educar es muy difícil y más en la familia, a veces estamos tan llenos de ocupaciones que le restamos tiempo, tranquilidad y calma a lo que requiere ese largo proceso que ocupa una parte importante de nuestra vida y de la que nos rodean. La normalidad positiva hecha virtud. El arte y la vida entrelazados.
Admiradora de Chejov, cuya biografía está publicada, amiga de Cesare Pavese y educada en un ambiente intelectual; desde Palermo hasta Roma, pasando por Londres, su legado literario, como el de Elsa Morante, me parece de lo mejor de la cultura italiana del siglo XX.
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