Desgracia, J.M.Coetzee, el escritor esencial

Todavía recuerdo el día que un compañero de instituto, hoy uno de los mejores críticos literarios, me regaló Desgracia. Lo leí sin aliento, mejor, lo devoré y así pasé a formar parte del club de seguidores de un escritor sorprendente, del que no me he perdido una, que con un ritmo narrativo impecable y la fuerza poderosa de unos personajes que atrapan, te invita  a leer todo lo que de él cae en tus manos. Conocida su Obra, Desgracia, como en su día La Metamorfosis, me ha marcado como lectora entusiasta. Y así disfruté con Infancia, Juventud, Verano, Esperando a los bárbaros, Foe, Elizabeth Costello, …hasta su correspondencia con Paul Auster,  El maestro de S. Peterburgo Vida y época de Michael K. que leí en fotocopia porque Coetzee no es un escritor muy conocido y no siempre bien editado.

Nació en 1940 en Ciudad del Cabo y se crió en Sudáfrica y en Estados Unidos. En la actualidad vive en Australia. Ha sido profesor de literatura, lingüista y crítico literario. Premio Nobel  de literatura en 2003, ha obtenido en dos ocasiones el premio Booker. En España ha sido galardonado con el premio Llibreter 2003 y el Premio de Redonda, creado por el escritor Javier Marías. La Academia Sueca destacó que su «obra está fuertemente marcada por la época del apartheid lo que, lejos de darle carácter local, la convierte en universal”. Algunas de sus posibles influencias son Miguel de Cervantes, Daniel Defoe, Fyodor Dostoevsky, Ford Madox Ford, Fraz Kafka, Luigi Pirandello, Samuel Beckett.

En Desgracia con una prosa implacable y eficaz, con un estilo sencillo sin alardes formales, y una estructura bien diseñada, Coetzee nos adentra en la vida de un perdedor al que su mundo, frágil, se le desmorona. 

David Lurie es un profesor que ha perdido la ilusión por el trabajo y que, a los cincuenta y dos, vive la madurez que vislumbra la vejez. Tras ser acusado de acoso sexual, es rechazado y expulsado de la Universidad. Las causas: el puritanismo sexual de una Sudáfrica en la que la vida privada de las personas es un asunto público y el conflicto racial entre los blancos de la ciudad y los negros del mundo rural que luchan por recuperar sus bienes y su dignidad. Huyendo de estas circunstancias apremiantes, se marcha de Ciudad del Cabo y se refugia en la granja de su hija Lucy.  Intenta terminar un ensayo sobre Byron. Sufren una agresión terrible y David percibe que su vida ha sido un fingimiento sucesivo: sus matrimonios, su necesidad de satisfacción sexual y el placer que le ha proporcionado Soraya, la prostituta que visitaba cada jueves…la pasión física por las alumnas jóvenes y sus ensayos, escritos para cubrir el prestigio universitario.

El deseo y su fuerza irremediable. La historia de una crisis social cruzada con una historia personal en permanente declive. La violencia y la desventura de la condición humana, la vida «como la de un perro». 

¨En una situación normal-dice -yo diría que después de cierta edad uno ya es demasiado viejo para aprender lecciones. Solo puede ser castigado una y otra vez. Pero puede que eso no sea verdad, o que no lo sea siempre. Por lo que se refiere a dios, yo no soy creyente, de modo que tendré que traducir a mi propio lenguaje lo que usted llama dios, y los deseos que tenga Dios. según mi propio lenguaje, estoy siendo castigado por lo que sucedió entre su hija y yo. estoy sumido en una desgracia de la que no será fácil que salga por mis propios medios. Y no es un castigo a cuyo cumplimiento yo me haya negado, al contrario. ni siquiera he murmurado contra lo que me ha caído encima. al contrario: estoy viviéndolo día a día, procurando aceptar mi desgracia como si fuera mi estado natural. ¿Cree usted que a Dios le parecerá suficiente que viva en la desgracia sin saber cuándo ha de terminar?»

[…]

«Que no me olvide de este día, se dice él tumbado junto a ella cuando ya están agotados. Después de las dulces y jóvenes carnes de Melanie Isaacs, a esto he terminado por llegar. A esto tendré que empezar a acostumbrarme, a esto y a mucho menos que esto.

-Se hace tarde-dice Bev Shaw-. tengo que irme.

Él aparta la manta a un lado y se pone en pie si hacer ningún esfuerzo por ocultarse. Que su mirada abarque su ración de Romeo, piensa él, que se detenga en sus hombros caídos y en sus flacas piernas. desde luego que se hace tarde. Pende en el horizonte un postrer resplandor carmesí, la luna luce en lo alto, el humo se ha posado en el aire, del otro lado de una franja de tierra yerma, de las primeras hileras de chabolas, llega un ronroneo de voces. Ante la puerta, Bev se aprieta por última vez contra él, apoya la cabeza sobre su pecho. Él la deja hacer, tal como le ha dejado hacer todo lo que ella ha tenido necesidad de hacer. Sus pensamientos vuelan hacia Emma Bovary en un momento en que planta ante el espejo después de su primera tarde triunfal. !Tengo un amante, tengo un amante!, canturrea Emma para sí. Bueno, pues dejemos que la pobrecita Bev Shaw regrese a su casa y cante lo que tenga que cantar. y ya basta de llamarla pobrecita Bev Shaw. Si ella es pobre, él está en bancarrota.»

Como Steinbeck, su marcado realismo no está exento de un lirismo comprometido con la realidad social y la consideración moral de unos personajes que conocemos a través de la palabra exacta, pero Coetzee no se conmueve, muestra al lector con fría y calculada matemática el triste sufrir del que muy pocos se libran.

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