Leonardo Padura, Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2015, “Gracias a las novelas de Conde se puede entender el proceso revolucionario de Cuba, al igual que es posible entender la transición española en las novelas de Vázquez Montalbán“.
En algunos escritores la novela tiene una relación real con el ambiente del país que denuncian, se refieren a realidades concretas y no sólo imaginarias. Ahí radica su originalidad y mérito. La repartición de riquezas y la corrupción, el ron barato de Conde las depresiones de Wallander y las aficiones gastronómicas de Carvalho nos llevan a Cuba, Barcelona, Malmö… a unas novelas que cuentan con el favor de la crítica literaria y del público. Su mensaje de solidaridad, justicia social e igualdad entre los hombres sobresale en una intriga que es brillante.
“Lo alarmante era cómo esa prepotente ciudad donde siempre había convivido, casi pared con pared, con los territorios degradados del Murciélago y compañía: negros, chinos, putas, lúmpenes, proletarios, santeros y ñáñigos. Tal vez por ello la magnífica estructura física de los edificios aledaños al Parque Central le pareció a Conde más incongruente, ya no solo con las calles vecinas, sino con la estampa de los seres humanos y los engendros mecánicos que circulaban a ras del suelo, en el tórrido presente. Los viejos autos norteamericanos, reparados una y otra vez, rodados durante cincuenta, sesenta y hasta setenta años, seguían imperando en esa calles. Su sola existencia desafiaba las leyes del mercado, de la mecánica universal y las del medio ambiente con su dilatada vida útil, convertida en ruidosas presencias y escapes negros, expulsados a chorros contra los pulmones de la gente y, en última instancia, hacia lo que quedaba de la capa de ozono. Por su parte, las personas que circulaban por centenares y miles bajo el sol todavía asesino de septiembre, y a una hora a la cual se suponía que todos debían trabajar con sus mayores esfuerzos para un futuro mejor, parecían cansadas y mustias, más que los viejos fords o chevrolets o pontiacs. Se movían como hormigas a las que se les hubiera alborotado la cueva: deprisa o con lentitud, más parecían vagar que trasladarse con un propósito definido. Sudorosos y malencarados, mal vestidos y derrotados, muchos de ellos cargaban con una bolsa de tela o nylon en las manos, por lo general vacía. ¿Quién trabaja en este país?, ¿por qué hay cada vez más personas con ese mal aspecto?, ¿adónde van, de dónde vienen?, se preguntó, observando el gentío en estampida, empeñados en atravesar las calles sin mirar, tal vez dispuestos al suicidio, o dedicados a estudiar el cemento o el pavimento como si esperaran encontrar el maná que brotaría de las entrañas de la tierra”
La transparencia del tiempo, Leonardo Padura
En su última novela, Personas decentes, se entrecruzan el pasado y presente de Cuba. Mario Conde, de nuevo en acción. investiga una historia que recorre un siglo de un país lleno de cambios aparentes, avances y derrotas.
Desde la altura de aquel piso veinticinco se tenía la visión más reveladora, tan hermosa como agobiante, de la insularidad: la línea oscura de la avenida del Malecón, la serpiente gris del parapeto que resguardaba a la ciudad de los embates del mar, las rocas salientes en varios tramos de la costa y, apabullante, como un desafío, la extensión del océano, visible hasta donde el planeta, al parecer en realidad redondo. Iniciaba la curva de su descenso hacia los otros mundos. La fatal circunstancia de la que hablara Virgilio Piñera, el maldito, el inconforme marginado hasta un compacto ostracismo y la muerte más miserable a la que los había empujado ese mismo hombre que había vivido en aquellas privilegiadas alturas.
Más allá de lo policial con abundantes detalles, subtemas y personajes nos convertimos en testigos de la realidad cubana. El hombre que amaba a los perros, un libro valiente y bien escrito, ya nos mostró la calidad de este gran escritor.
La intención de Padura radica en mostrar una problemática social y política de la Cuba del presente y el pasado desde la perspectiva de su generación. La mirada de Mario Conde acerca del asesinato de un viejo represor cultural de los años setenta, una tarea que no es fácil, puesto que ya no es policía, desentraña hasta el último detalle. Alter ego, confesor, testigo del autor en la serie “Las cuatro estaciones” magnífica, conocemos el ambiente y reconstruimos visualmente a este personaje de ficción, que se acerca a la literatura como un personaje literario.
Novela verosímil cuya trama ensambla magistralmente 2016 y 1910. Asesinatos y una investigación que con el escepticismo de Conde nos hacen pasar de lo oscuro a lo sombrío. Novela desgarradora y pesimista, Reinaldo Quevedo es la suma de personajes macabros y perversos, con condiciones éticas lamentables que hacen sufrir a gente que fue perseguida, anulada, la novela nos desvela la memoria y hace justicia. El pasado continua y no se detiene, la esperanza de que Cuba despierte es la historia de una corrupción en un contexto donde es fácil traicionar la decencia. Alberto Yarini, refinado, capo de los negocios de juego y prostitución y su rival francés que le disputa su lugar con mejores meretrices; sus historias nos muestran un país en el que la frustración y la injusticia campearán junto a la anulación de la cultura, el pesimismo y la desconfianza de un sueño que no se hará realidad.
Los diálogos nos transmiten la indignación de un escritor que ama su tierra y sus gentes con la vehemencia de un enamorado y el compromiso que nos empuja a decir la verdad.
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