José Manuel Caballero Bonald, un maestro del idioma

Gracias a Jorge Manrique sabemos que la vida de la fama es imperecedera, que aquellos que están laureados con la gracia del saber viven para siempre. 

Conocí a Caballero Bonald personalmente en una actividad literaria en la que lo invitamos a debatir cuestiones palpitantes que nos preocupaban a un grupo de profesores en Lavapiés, acudió sin reparos y sin condiciones. No solo sabía mucho, sino que también había conocido su tiempo y estaba comprometido con él. Era un regalo la compañía y enseñanza de un hombre que mostraba franqueza y conocimiento a la par que una sutil ironía que revelaba su agudo sentido crítico.

Como ensayista para mí es una referencia con dos títulos que se complementan y repiten Oficio de lector y Examen de ingenios, dos publicaciones que consulto con la asiduidad que me exige el análisis y la escritura, los consulto mucho y me parecen llenos de talento y dominio del idioma.

Como poeta sabemos que es uno de los grandes e indispensables de la literatura en lengua castellana de su siglo, el último medio siglo que vivió muy de cerca y en el que participó activamente. Su riqueza de vocabulario es excelente y admirable, pertenece a la mejor tradición de los poetas que saben trazar con el idioma una estela de coherencia y exigencia llena de talento. Cervantista, machadiano, flamencólogo, Andalucía y Doñana son parte de su paisaje.

Nacido en Jerez de la Frontera, cuenta con numerosos premios: Premio nacional de la Crítica (tres veces) y el Cervantes entre otros en 2012. Su obra poética está reunida en Somos el tiempo que nos queda. Destaca también como novelista Ágata ojo de gato y Campo de Agramante en las que su prosa atrae sin reparos.

Testigo de la Generación del 50 y mucho más su compromiso ético, político y cultural es el legado que nos deja. Una visión crítica y sin concesiones cargada de un fino sentido del humor.

Lavada está mi vida

 en virtud de su asombro. Ayer, mañana,

 viven juntos y fértiles, conforman

 mi memoria conmigo.

                                       Únicamente soy 

mi libertad y mis palabras.

El arte del escritor cuando se conjuga con el del lector alcanza dimensiones envidiables y duraderas, es aquí donde podemos encontrar a este grande de las letras a quien celebramos un día de mayo nuboso que nos acerca, una vez más, a este ingenio de las palabras que con las suyas no ha permitido vivir más intensamente y ha logrado que nos sintamos más jóvenes. Somos el tiempo que nos queda.

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