Recuerdos para recuperar una etapa que nos marca para siempre, la búsqueda de la identidad. Últimamente varias novelas comienzan así Dos amigas…en este relato la narradora protagonista está sola, vuelve a la adolescencia para contar cómo la vivieron su mejor amiga y ella con catorce y quince años que supondrá el cambio de edad y la muerte, en el caso de una de ellas.

La adolescencia, esa enfermedad que se puede convertir en un experimento permanente y peligroso. El sexo, la drogas, la música y la transgresión como norma que cuando la estructura familiar se resquebraja pueden llevarte demasiado lejos.

En la Valencia de los ochenta el aire que se respira es un peligro para estas dos adolescentes que se atreven con todo y cuanto más mejor, hasta el punto de hacerse irrespirable y doloroso. El alambre se tuerce y graba la memoria de dos chicas que juegan con el peligro, sin recursos que las salven del desamor.

La música se convierte en el eco de los sentimientos y los sueños que se van evaporando en las experiencias que viven de provocación y sexo. El suicidio y la huida permanente de pueblo en pueblo cantando canciones a gusto del público serán el triste y desolado final del tormento de crecer en un desfase que busca la provocación y el protagonismo sin porvenir.

Hay pasajes impresionantes que tienen que ver con la muerte, la enfermedad, las drogas y el sexo con adultos, el abuso de los adultos, que me han sobrecogido, el estilo de la autora que se mezcla con la narradora crece en estos fragmentos que producen la sacudida de lo irremediable.

La autora, Bárbara Blasco, es constante en su intento de encontrar un estilo literario con imágenes y metáforas muy logradas.

El mimetismo de convertirse en la mejor amiga, imitarla, ser su espejo es frecuente en esa edad en la que todo se mueve y tiembla por las inseguridades que florecen y la búsqueda de identidad. Unas botas Martens, la indumentaria adecuada y la calle para experimentar.

Una sociedad vacía en la que chicas con alma de barriobajeras tocan la crisis y el despego, valores que ofrecen pocos subterfugios para no perder la fe en la humanidad. Ofrecer cultura, naturaleza y amor es lo que pide la

lectura de una novela que no te deja indiferente por la pérdida de la inocencia que se sustenta en el peligro y la autodestrucción.

La pedagogía, las aulas y la familia no siempre están atentas en este proceso de cambio en el que un tumor propio crece en la carne extraña con un absurdo plan en la cabeza. El tren, que promete un viaje, silencia su ruido habitual para acabar con el desfase.

Cuando se recupera la memoria de los años en los que empezamos a crecer y se divisa el drama al que nos ha llevado, una punzada de melancolía agria se instala en nuestros recuerdos que están heridos por crecer en un contexto conflictivo, problemático, ignorante y pobre.

Solo el amor puede salvarnos, solo el amor.