Ana María Matute y Almudena Grandes, dos escritoras valientes

Dos mujeres, dos narradoras, dos valientes infatigables. Es conocida la admiración de la segunda por la primera; yo las admiro con la vehemencia del disfrute de sus páginas.

Con los alumnos siempre disfruté con los cuentos de Ana María: PaulinaEl árbol de oro y Bernardino, lecturas recomendables para el primer ciclo de la ESO. En Bachillerato Modelos de mujer de Almudena es una elección acertada, sus últimas novelas son las favoritas de lectoras y lectores que como dice la autora “la hacen libre”.

En España escribir no ha sido fácil y ser mujer es una dificultad añadida. Las envidias y los criterios editoriales que nos sumergen en lo fácil para moldear nuestros gustos en la sencillez y el espanto no ayudan. El prestigio literario es un ámbito marcadamente masculinizado. El franquismo y la censura crearon un ambiente reaccionario, anticuado, poco favorecedor a la creación libre y de calidad.

Cuando leí Las edades de Lulú, 1989, pensé que había que ser muy valiente en esa época para escribir una novela que ganó el premio de La Sonrisa Vertical y después ha sobrevivido como ninguna a lecturas posteriores. Las novelas que se centran en la guerra y la posguerra me parecen las mejores y con alguna se escapa más de una lágrima, siempre a favor de la verdad, de los sentimientos que reflejan los personajes, de la memoria. En sus artículos la franqueza y el compromiso, que hoy huele a cadáver, están servidos; sabe analizar los acontecimientos actuales con agudeza y defiende sus ideas sin miedo.

El corazón helado, Los aires difíciles, Las tres bodas de Manolita, La madre de Frankenstein, por citar algunas de sus obras más conocidas, son un buen motivo para conocerla y adentrarnos en sus personajes. Las novelas que integran en Episodios de una Guerra, que inicia en 2008, son el testimonio y la rehabilitación de una época.

Dos mujeres que no eluden la realidad, ni nos muestran el camino fácil, inexistente para tantos. Con su talento la Literatura y la ficción se hacen grandes y dueñas de sí mismas, la vida cotidiana de los débiles, desfavorecidos y perdedores ni se olvida ni se utiliza como excusa.

Los niños tontos, Olvidado rey Gudú, Luciérnagas, Demonios familiares y Todos mis cuentos, entre otras obras de Ana María, nos sorprenden por su mundo de creación en el que destacan la soledad, la infancia irrecuperable, la incomunicación, la mezquindad del adulto y la fantasía.

Inocencia, bondad, ternura y vida son los espejos en los que podemos conocer el lugar y el tiempo en el que han vivido y esto cómo se agradece porque nos permite no conformarnos, sino crecer y comprender.

Ambas son referentes literarios por su calidad literaria y su extensa obra, una mirada para las nuevas generaciones que los lectores no se pueden perder.

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