Juan Carlos Onetti, Los adioses

Esta espléndida novela corta me ha gustado tanto como El Astillero, Juntacadáveres y La vida breve. Produce esa conmoción que causan los mejores escritores en español. La atmósfera que crea el autor te persigue, como esos interrogantes que se abren a otros, en una cadena de ambigüedades que implican a un lector absorto.

Un hombre llega a una ciudad en la que hacen curas para tuberculosos, no se integra en la vida del sanatorio, se aísla y solo vive para dos cartas de dos mujeres que le llegan del mundo exterior, estas dos mujeres lo visitan. Toda la historia está contada por “un testigo” que es el dueño de un almacén, que padeció la enfermedad, vive con un pulmón mutilado y observa lo que les sucede a los enfermos. Nos adelanta que nuestro personaje no se va a curar, es capaz de adivinar por las señales que observa. Toda la novela está teñida por la presencia de la enfermedad y la muerte irremediable; los personajes se mueven en un mundo teñido de irrealidad y conjeturas que nos hacen cómplices.

La novela se lee lentamente y con intriga, también el tiempo interior es pausado y asfixiante; el margen que le queda de vida a un personaje distante del que se ofrecen observaciones al lector que tiene que completar, interpretar y analizar hasta la desconfianza. Enfermedad en un cuerpo que fue fuerte y ahora siente la amenaza de un final inminente puesto que no se adapta al sanatorio y muestra una conducta distante, se muestra taciturno, abstraído, lacónico, desconsolado.

Los lugares que aparecen, como los personajes, se muestran a retazos, el lector tendrá que reconstruirlos más allá de los fragmentos y habladurías, al final conocerá la clave del triángulo amoroso. Espacios cerrados y abiertos, sanatorio, hotel, tienda, sierra, que se empañan de la enfermedad incurable que transforma la realidad hasta hacer verosímil lo incierto.

Si la escritura tiene múltiples poderes con Onetti esta afirmación se confirma, así como la ambigüedad y la certeza de que el autor nos muestra la condición humana con una prosa de una gran belleza lingüística, firme en el tono y en el ritmo. La adjetivación suma admiración a este estilo brillante y literario.

Antonio Muñoz Molina nos da algunas de las claves en su magnífica introducción. El lector quiere sabe más, obligado a interpretar y adivinar. Cuando afirma que es una de las mejores novelas cortas que se han escrito en español, apoyamos esta consideración sin temor a equivocarnos.

Rulfo y Onetti con esos comienzos deslumbrantes que nos hacen sentir el poder de las historias bien contadas en las que la vida y la literatura se funden para demostrar que lo turbio y lo diáfano se aproximan hasta confundirse.

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