Infinitos mundos con detalle de Felipe Díaz Pardo

El poemario Infinitos mundos con detalle, de Felipe Díaz Pardo, está compuesto por noventa y tres poemas divididos en tres partes: “Infinitos mundos”, que comprende cuarenta y tres obras; “Detalles”, compuesto por treinta y ocho poesías y el “Últimos detalles”, que contiene doce.

Una cita de Luis Landero inaugura la lectura y sienta las bases del recorrido que vamos a iniciar. Se trata de un “balance sentimental” que el yo poético construye para los lectores, ayudado por sus evocaciones. A modo de introducción, el autor afirma que “la memoria supone una parte importante de las páginas que siguen”.

El primer bloque se inaugura y se cierra con dos poemas titulados de la misma forma, “Infinitos mundos con detalle”, y en ambos se muestran los sueños, los recuerdos, las miserias y las proezas, elementos clave de la poética del autor. “Las ciudades me hablan/ en cada baldosa que piso”, afirma el poema “Ciudades” y este recorrido por las calles y los rincones urbanos nos invita en numerosos poemas a disfrutar de los rincones de París, Praga, Buenos Aires o Madrid. La mirada de los habitantes que pueblan las aceras impulsa a sumarnos y a entender que las urbes pueden ser deslumbrantes, pero también constituir un territorio hostil donde los mendigos “descubren que los visillos/no se descorren cuando pasan”. Los trenes, los semáforos, las plazas y cada espacio de las calles evocan sentimientos encontrados. La ciudad se adueña de nosotros y disfruta en la ventana de un café, en un paseo otoñal o en los colores del mes de octubre. Pero también esos pasajes son testigos de la felicidad de los demás un domingo, del vacío que producen los días de Navidad “que cada año se renueva/con estrellas en el cielo” o de la soledad que experimenta el poeta “sin nadie al que pedir un abrazo”. El paso del tiempo y la evocación del pasado se sitúan también en espacios interiores, como en los poemas “La vida en un desván” y “Pasión en la cocina”. Allí, la mirada se detiene en los ambientes del hogar que nos traen a la memoria aquellos recuerdos que estaban dormidos “para evitar su rastro en el presente”. 

La reflexión política se hace presente en “Una casa y una foto”. En estos versos, el poeta recorre con dolor las marcas de los disparos en las paredes de una vivienda que fue testigo de tiempos oscuros. Pero en este primer bloque del poemario siempre hay lugar para la esperanza, porque, “el mundo está bien hecho”. Estos versos de Jorge Guillén, que se recuerdan en el poema “Aperitivo”, dejan lugar al optimismo. En definitiva, el poeta afirma que es preciso afrontar el futuro “que nunca pierde su empeño”.

La Ciudad Como Protagonista: Un Recorrido Poético por Espacios Urbanos

En “Detalles” aparece la inquietud por la existencia de Dios. El yo poético busca la fe (“Aunque no exista/quiere creer que existe”), porque necesitamos “con qué guarecernos/en los días sin luz”. Además, recorre los fragmentos que marcan la ausencia de quien no está y que nos hace falta, ese alguien que aparece en ciertos “detalles” que producen dolor (“en tus libros/en tus zapatillas vacías”). En esta segunda parte del poemario se produce una reflexión sobre la escritura literaria y se esboza la intención estética del poeta “prefiero un río desbocado/de dulces ideas fluyendo/sin licencias u otras normas”. 

Finalmente, en “Últimos detalles”, se suceden los sueños incumplidos, los fracasos repetidos y la nostalgia. La cita de “Canción de la vida solitaria” de Fray Luis de León resulta una declaración de principios sobre la vacuidad de los éxitos y los aplausos del mundo cuando se observa la vida con la distancia que permite el tiempo. “Pena me doy” afirma el poeta y da cuenta de todo lo que conlleva el “Retiro”, ese “Cierre de local”, que constituye el fin de la etapa madura y el comienzo de la vejez. Sin embargo, hay lugar para elevar una mirada al futuro y la convicción de que la vida sigue si se permite al poeta seguir creando: “Quiero creer que con este poema/no se acaba todo lo posible”.

“Infinitos mundo con detalle” nos permite asomarnos a esas pequeñas cosas que conforman nuestro mundo y nos configuran. Ese “todo” que Salinas enumera en los versos de “Si me llamaras” y que reúne “los precios, los catálogos,/ el azul del océano en los mapas,/ los días y sus noches, /los telegramas viejos/ y un amor”. Cada uno de esos entes minúsculos configuran los universos inagotables de la creación poética que, para Díaz Pardo es memoria, pasado, presente y futuro.

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