Elizabeth Strout, Ay William

Lucy Barton con un relato entrecortado en el que se mezclan historias, personajes y tiempos te conquista y te atrapa el corazón, aunque en algún pasaje pierda interés esta historia americana.

Sexagenarios y septuagenarios que miran atrás para averiguar secretos, encontrar explicaciones, comprender los orígenes, las raíces para confirmar que ha llegado la etapa avanzada de la vida con los triunfos y fracasos que resumen una trayectoria vital que acaba relativamente bien, casi muy bien.

En este viaje al pasado con sorpresas, secretos y viaje de la ciudad a pueblos solitarios de la América profunda, Lucy nos conmueve con sus reflexiones y comentarios que realiza con un discurso próximo al lector, casi oyente, en una comunicación muy próxima a la oralidad, sencilla y conmovedora.

Parejas que se separan, divorcios, infidelidades, celos, traiciones, familias, la autoridad y sus efectos, la búsqueda de un hogar que nos arrope y nos cure de las heridas de la infancia y de la indiferencia.   Detalles sacados de la vida misma y del día a día con sus tedios y despegos.

Catherine en el centro del misterio es el personaje que vertebra un relato lleno de personajes y costumbres que revelan una actualidad compleja en los afectos. Parejas que viven juntas y no están enamoradas o viceversa, es decir, todas las posibilidades de la difícil convivencia, compleja y problemática.

La crítica identifica a la escritora con James Salter, efectivamente en los temas encuentro esa semejanza, pero en el estilo las diferencias son notables. Ambos escritores me parecen muy representativos de la literatura americana actual, de hecho Salter es un escritor que no nos podemos perder porque su literatura es brillante.

Terminas queriendo a esta Lucy que es capaz de hacerte comprender hasta lo más sutil e imperceptible con su mirada perspicaz y bondadosa. Quien tiene orígenes difíciles y duros es capaz de ejercer la compasión.

Cuando vi la serie Olive Kitteridge me gustó especialmente, ahora lo comprendo, la autora está detrás y con ella descubrimos mujeres que buscan el sentido de la vida con fortaleza, inteligencia y sensibilidad.

La autora, experta en indagar el paisaje interior es una maestra de la introspección psicológica, sabe llegar hasta el fondo y tocar la fibra que nos hace temblar, llorar y reír. Nos sentimos acompañados porque coincidimos con algunas de las vivencias que tan sabiamente nos traslada esta gran novelista.

Los tulipanes, hermosos y frescos curan porque la belleza es lo que nos queda cuando la pérdida y la soledad aterrizan para quedarse y falta la lumbre de la esperanza.

Ay, Chevi, qué no daría yo por poder contarte!

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