En las listas de libros más vendidos y premiados en el año que acaba y en el que empieza aparecen los nombres de varias mujeres que escriben con mucho éxito, eso es para felicitarnos. El último libro de Sara Mesa, Un amor, es de los más aclamados en 2020. Leí a la autora por primera vez cuando se publicó Cicatriz. Sara Mesa, que vive en Sevilla, fue finalista del Premio Herralde en 2013 con Cuatro por cuatro.
En Cicatriz Sonia conoce a Knut en un foro literario de internet y a pesar de la distancia que los separa establecen una relación marcada por la obsesión. Teorizan y hablan de todo, la protagonista acaba asumiendo una doble vida secreta. Me impresionaron la reflexión sobre la sociedad de consumo y los robos en los grandes almacenes; la sumisión y el poder; la culpa y la expiación; el deseo y su anulación…estos rasgos convierten su lectura en una aproximación a una autora que representa ya a una generación de escritores. La sensación de vivir en un conflicto permanente con personajes enfermos, a la deriva. La vocación literaria aparece también en esta novela como un tema recurrente.
Finalmente le envía los relatos para que le dé su veredicto. En todos los casos, la respuesta de Knut es similar: alaba el conjunto, pero se ensaña con los detalles. Su análisis de cada frase, de cada palabra, es despiadado. La mayoría de las expresiones son imprecisas, o repetitivas, o pobres, o directamente sobran. Le pide que los reescriba de acuerdo con sus pautas. Las indicaciones que le da para ayudarla tienen más extensión que los propios relatos. Sonia discute, se deja invadir por el desánimo. Se da cuenta de que ha sido ella misma, por su propio pie, quien ha vuelta a enredarse en la maraña de sus pequeñas exigencias.
En Un amor, encontramos temas comunes: el conflicto interno de los personajes, la falta de comunicación y la imposible comunicación con los demás, los límites del lenguaje y los sentimientos; la violencia, el amor pasión y la necesidad de sexo; la reflexión sobre las palabras y su uso adecuado. La enfermedad de una sociedad de la que solo apetece huir. Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas.
Nat ha alquilado una casa en el pueblo de la Escapa. Allí se dedica a la traducción por primera vez. No se sabe nada de su pasado, después sabemos que había robado. La protagonista se siente rara en un mundo del que sabemos poco. Acaba relacionándose con personajes que van apareciendo y de los que recela, como de ella misma. La búsqueda de lo esencial lejos del entorno urbanita, en un ambiente campestre.
Bendito aquel que huye del mundanal ruido y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido. Ha habido en los últimos años varias novelas escritas por mujeres que expresan la necesidad de huir de la ciudad para escapar y refugiarse en el medio rural. La última novela de Rosa Montero, La buena suerte y Los asquerosos de Santiago Lorenzo dan cuenta de ello. Buscar la identidad en un entorno rural primitivo, en una comunidad fuera de los códigos de la urbe: control social y relaciones primitivas como resultado.
Los primeros días, Nat se equivoca y mezcla toda esa información, en parte porque escucha distraída, en parte porque aún desconoce el terreno donde se está moviendo. Los límites de a Escapa son confusos, y si bien hay un núcleo de casitas más o menos compacto -justo donde ella está-, más allá se dispersan otras construcciones, algunas habitadas y otras no. Desde fuera, Nat no distingue si se trata de viviendas o de almacenes, si en ellas hay personas o solamente ganado. Se desorienta por los caminos de tierra y de no ser por la referencia de la tienda, que a veces le resulta más familiar que la casa que ha alquilado y en la que ya lleva durmiendo una semana, se sentiría perdida. La zona ni siquiera es bonita, aunque al atardecer, cuando se difuminan los contornos y la luz se vuelve más dorada, encuentra cierta belleza a la que aferrarse.
Realismo con fisuras de una irrealidad quebradiza de personajes que se mueven en un mundo sumergido en la ambigüedad y la incertidumbre. Las palabras se pierden en su propio significado que no responde al pensamiento que quiere ir más allá.
Con un discurso con el maltrato como conflicto y un modo de entender la sexualidad como un entretenimiento y una dependencia asfixiante que no produce comunicación verbal, ni latido, lo que en el amor trasciende, al final, es el ejercicio del poder.
Muy lejos de tópico renacentista, las palabras exactas puede que ayuden a estos personajes solitarios y extraños, inadaptados y perversos que nos han atrapado.
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