Comentario de Texto de un fragmento de ‘El Camino’ de Miguel Delibes

El mundo literario de Miguel Delibes es rico y variado, repleto de matices emocionales y retratos vivos de la vida rural española en el siglo XX. Este artículo se adentra en uno de sus trabajos más emblemáticos, «El Camino», para analizar un fragmento en particular que encapsula la maestría de Delibes en la construcción del ambiente y la caracterización de personajes. Este análisis filológico ofrece una perspectiva detallada del lenguaje poético y descriptivo de Delibes, que transforma la narración en un lienzo vibrante y emotivo de la naturaleza y la vida humana. Al enfocarnos en las sutilezas de su lenguaje, la ambientación de la historia y la interacción de Daniel, el protagonista, con su amado valle, intentaremos comprender más profundamente la habilidad de Delibes para evocar un fuerte sentido de lugar y tiempo, y construir tensiones narrativas que resonarán con el lector.

En torno a Daniel, el Mochuelo, se hacía la luz de un modo imperceptible. Se borraban las estrellas del cuadrado de cielo delimitado por el marco de la ventana y sobre el fondo blanquecino del firmamento la cumbre del Pico Rando comenzaba a verdear. Al mismo tiempo, los mirlos, los ruiseñores, los verderones y los rendajos iniciaban sus melodiosos conciertos matutinos entre la maleza. Las cosas adquirían precisión en derredor; definían, paulatinamente, sus volúmenes, sus tonalidades y sus contrastes. El valle despertaba al nuevo día con una fruición aromática y vegetal. Los olores se intensificaban, cobraban densidad y consistencia en la atmósfera circundante, reposada y queda.

Entonces se dio cuenta Daniel, el Mochuelo, de que no había pegado un ojo en toda la noche. De que la pequeña y próxima historia del valle se reconstruía en su mente con un sorprendente lujo de pormenores.

Lanzó su mirada a través de la ventana y la posó en la bravía y aguda cresta del Pico Rando. Sintió entonces que la vitalidad del valle le penetraba desordenada e íntegra y que él entregaba la suya al valle en un vehemente deseo de fusión, de compenetración íntima y total. Se daban uno al otro en un enfervorizado anhelo de mutua protección, y Daniel, el Mochuelo, comprendía que dos cosas no deben separarse nunca cuando han logrado hacerse la una al modo y medida de la otra.

No obstante, el convencimiento de una inmediata separación le desasosegaba, aliviando la fatiga de sus párpados. Dentro de dos horas, quizá menos, él diría adiós al valle, se subiría en un tren y escaparía a la ciudad lejana para empezar a progresar. 

Y sentía que su marcha hubiera de hacerse ahora, precisamente ahora que el valle se endulzaba con la suave melancolía del otoño y que a Cuco, el factor, acaban de uniformarle con una espléndida gorra roja. Los grandes cambios rara vez resultan oportunos y consecuentes con nuestro particular estado de ánimo.

Miguel Delibes, El camino

COMENTARIO DE TEXTO

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