Instalados en el NO

Era una mañana gris de febrero, de esas que con su manto, envuelven la ciudad, oprimiendo los corazones de aquellos que caminan bajo su sombra. Dos ancianos que han dedicado su vida a la docencia y la cultura se encaminan hacia una prestigiosa institución con el fin de presentar un proyecto y su sueño de reinventarse; un sueño para no apartarse de sí, una fantasía que tienen nombre propio: CREA LITERATURA

Los ancianos se han unido a un grupo joven con el objetivo de compartir conocimientos y nuevas estrategias digitales. Con una empatía que supera las diferencias generacionales, una visión compartida de crear un futuro mejor y escapar del eterno retorno.

En junio, fueron recibidos por el Director de la institución, un hombre sabio y amable que los acogió en su despacho e intercambió ideas y propuestas tras haber revisado el material que había previamente subrayado. Juntos, alrededor de una mesa baja en forma de círculo, expresaron sus necesidades y anhelos de apoyo y colaboración. Tras una escucha atenta, recibieron una respuesta comprensiva de un hombre, en ese momento roto de dolor, casi encorvado. Tiene alma de poeta.

Han sido seis meses de espera, para volver a ser atendidos en una fría y amplia sala de reuniones presidida por una mesa larga y amenazante rematada por una enorme pantalla. Frente a ellos, un equipo de cinco personas, un tribunal implacable y paritario, gestiona el área cultural sin ni siquiera saber por qué estaban allí, ni haber leído el proyecto ni la trayectoria de aquellos jubilados forzosos con un vocabulario desfasado. Con desdén y condescendencia, les dijeron que no podían aportar nada a la institución que defendía la lengua y la cultura española, según los manuales de tan noble casa. Con unas sonrisas forzadas y la ayuda de un portátil, les hicieron saber que había muchos proyectos similares al suyo. Estos expertos «multilingües y multiculturales» no habían leído el proyecto pero ya lo habían etiquetado. Se habían instalado en el NO.

Los ancianos, que no pedían dinero, se han constituido como una asociación sin ánimo de lucro y son emprendedores al servicio de la lengua y la cultura; el haber formado parte de tantos tribunales, ahora les pasaba factura.

Entre desilusiones, afligidos, acostumbrados al fracaso, sobre un barril despeñan unas lágrimas que dicen que desde la cumbre se ven las cosas pequeñas, si es que se ven.

Como dijo un gran escritor, el pesimista surge de no saber apreciar el valor de las cosas. Por eso es estéril.