El golpe

No daba crédito a lo que acababa de ocurrir. Cerró aquella puerta del tiempo con cuidado y abandonó la sala cargada de laberintos, miedos y cuchillas flotando en un aire denso sin apenas oxígeno. 

De alguna manera aquel último golpe recibido resquebrajó la profunda grieta que dormía en ella.

Con ése pequeño impacto en el núcleo del alma, todo se abrió definitivamente.
Y entró el aire, y las ataduras se liberaron, y la luz entró para iluminar lo que andaba escondido entre las vísceras.
Con el golpe maestro de ese cincel hiriente, se abrió el suyo ser como mármol azul de una cantera, liberando miles de años de secretos y presiones intensas que habían tomado formas, vetas y matices colores inimaginables.
Y entendió que romperse de arriba a abajo, sin rincón posible para la salvación, sin remedio ni opción de vuelta al pasado, sin posibles puntos de sutura, había sido la más dolorosa y mejor oración para encontrarse a sí misma.

Nada ataba, nada quedaba entre las sombras de los secretos, nada oprimía. 
No quedaban miedos, no quedaba rencor. 
Golpe verdugo y salvador.
Ahora había paz y perdón. 
Y ella miraba al mundo exponiendo solo su armonía y amor.