El anciano

Transitaba por las calles de la ciudad sin rumbo ni destino. Para muchos solo era un mendigo, un anciano de larga barba, mal vestido con ropa ajada por el uso, de aspecto descuidado y enigmático. Muy pocos se le acercaban para interesarse o simplemente para hablar con él, quizá temerosos de que los golpes que, de manera injusta e inesperada, en ocasiones nos da la vida, puedan ser algo contagioso.

En realidad era hombre de pocas palabras. De pocas palabras, pero de amplia sonrisa. Un solitario que soñaba con ayudar y servir a los demás. Pero, en una sociedad que vende imagen, su aspecto no le acompañaba.

A pesar de ello, el anciano no se desanimaba nunca. Allí donde veía tristeza, desilusión y penurias, se acercaba con la única intención de acompañar y de asistir, si se lo permitían.

Siempre actuaba de la misma forma: se aproximaba en silencio y se sentaba junto al necesitado. Después, sin mediar palabra, sacaba una vieja perinola de madera, una pequeña peonza de las que se bailan con los dedos, un dreidel que le había acompañado la mayor parte de su vida. Ahora bien, en las desgastadas cuatro caras del querido juguete, había escrito una letra distinta en cada una: A, E, F G. Sin perder la sonrisa, cuando había logrado algo de confianza, giraba la perinola en su temblorosa palma de la mano. Finalmente le entregaba su “infantil” tesoro a la persona con dificultades.

Por desgracia, la mayoría solo veía a un loco enredando con un juguete que no entendía nada de la vida ni de los problemas que surgen en ella. Es más, algunos le maltrataban riéndose de él y de las circunstancias en las que se encontraba, acusándole de atraer la mala suerte, de ser un “gafe”,

tal y como podía leerse al ordenar de esta forma las letras de su perinola: GAFE.

Por suerte, aunque minoría, había quienes trataban al anciano con respeto y compasión. Y eso les permitía oír su voz grave y serena, la cual les conducía hasta alcanzar un estado de tranquilidad y de total ausencia de temor. Y los que se mostraban más receptivos aceptando el ofrecimiento de recoger la perinola, y de hacerla girar, experimentaban un cambio en su comportamiento, un regocijo y una alegría que llenaba todo su ser, expulsando de su cuerpo y de su mente todo pensamiento absurdo y negativo. Además, las personas que sintieron esa sensación y ese bienestar, aseguraban que desde ese día y de forma radical, todo le había cambiado para bien. Y es que, aunque parezca increíble, los que bailaban la perinola, llenaban sus vidas de amor, esperanza, felicidad y gratitud.

En realidad, fueron muy pocos los que pudieron descubrir que el misterioso anciano era un ser altruista y bueno, un vagamundo acendrado y entrañable. Y aún menos los que supieron el verdadero valor de su perinola y el significado de las letras de sus cuatro caras:

  •   A de amor, para curar todos los males.
  •   E de esperanza, con la que producir la fuerza necesaria para poderrealizar los sueños deseados.
  •   F de felicidad, al disfrutar con el bienestar de los demás y el nuestropropio.
  •   G de gratitud, tras descubrir todo lo bueno que tenemos y nos rodea.