La ciudadanía global plantea un modelo social respetuoso con la dignidad de las personas en el que cada ciudadano y ciudadana es consciente de su pertenencia a una comunidad local y global y se compromete activamente en la construcción de un mundo más justo y sostenible, contribuyendo a erradicar la injusticia y la pobreza.
Ciudadanos y ciudadanas conscientes de sus derechos y también de sus deberes, así como de los desafíos del mundo actual, respetando y valorando los valores democráticos, la igualdad de género, la diversidad y las múltiples pertenencias identitarias como fuente de enriquecimiento humano, tratando de conocer y analizar críticamente el funcionamiento del mundo en lo económico, lo político, lo social, lo cultural, lo tecnológico y lo ambiental, ejerciendo una ciudadanía activa y participativa en los procesos de construcción y transformación de la sociedad.
El artículo 27.2 de la Constitución Española dice literalmente que: “La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”
La educación es efectivamente esa tarea que consiste en formar personas responsables y libres, activamente democráticas, conscientes del significado de la profunda dimensión de la dignidad del ser humano.
Se trata de enseñarles que la dignidad del ser humano es la que nos hace merecedores a todos del mismo respeto, independientemente del color de nuestra piel, de nuestro origen social o cultural, de nuestra religión, ideología u opinión, de nuestro género o nuestra edad o de nuestra posición coyuntural en la sociedad.
Y ello debe hacerse desde la educación en la convivencia, en las aulas y en los patios de nuestros centros educativos, para mantener a nuestros jóvenes activamente alerta contra cualquier forma de exclusión racial o social, a partir de una formación dirigida al desarrollo de su capacidad para ejercer la libertad y la responsabilidad, la tolerancia y la solidaridad, la ciudadanía democrática y el respeto a las personas, que constituyen la base de nuestra vida en sociedad. Es decir, una formación en los valores, derechos y deberes de aparecen en nuestra Constitución.
Una juventud que sepa comprender la realidad social en que se vive, cooperar, convivir y ejercer la democracia en una sociedad plural, así como comprometerse a contribuir a su mejora.
Una juventud con los conocimientos diversos y habilidades complejas que permiten participar, tomar decisiones, elegir cómo comportarse en determinadas situaciones y responsabilizarse de las elecciones y decisiones adoptadas, conscientes de que toda decisión tiene siempre consecuencias.
Una juventud que sepa desenvolverse socialmente desde el conocimiento de la evolución y la organización de la sociedad y de las características y valores del sistema democrático, así como utilizar el juicio moral para elegir y ejercer activa y responsablemente los derechos y deberes de la ciudadanía, desde una comprensión crítica de la realidad que exige experiencia, conocimiento y conciencia de la existencia de distintas perspectivas al analizarla.
Sabiendo que los conflictos de valores e intereses forman parte de la convivencia y deben resolverse con actitud constructiva y tomando decisiones con autonomía a partir de una escala de valores construida mediante la reflexión crítica y el diálogo.
Ello exige conocerse y valorarse, saber comunicarse en distintos contextos, expresar las propias ideas y escuchar las ajenas, ser capaz de ponerse en el lugar del otro y comprender su punto de vista aunque sea diferente del nuestro. Porque se trata de trabajar desde lo que nos une, en lugar de trabajar desde lo que nos separa.
Competencia social y ciudadana que supone poner en práctica el criterio propio, la responsabilidad, la cooperación y la tolerancia y el respeto y el ejercicio de los derechos humanos. Participando de los problemas comunitarios, el cumplimiento de las obligaciones cívicas, incluyendo las del respeto y la conservación del medio ambiente, del patrimonio natural, cultural y el desarrollo sostenible.
Uno de los aspectos más relevantes en la Agenda 2030, focalizada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) es el papel que debe desempeñar una educación especialmente centrada en la ciudadanía global.
Así el Objetivo 4 sobre Educación indica que se debe “garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todas las personas” y en particular en la Meta 4.7 propone garantizar para el año 2030 “que el alumnado adquiera los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible y la adopción de estilos de vida igualmente sostenibles, los derechos humanos, la igualdad entre géneros, la promoción de la cultura de paz y no violencia, la ciudadanía global, la valoración de la diversidad cultural y la contribución de la propia cultura al desarrollo sostenible”.
De este modo, la incorporación de la noción de ciudadanía global al ámbito educativo permite reflexionar sobre las soluciones y alternativas a los problemas globales y reafirmar el papel de la Educación como una verdadera herramienta de cambio y transformación social.
Así el Foro Mundial de la Educación desarrollado en Incheon en 2016 indicaba que “los países deben implicarse en un acceso universal e igualitario a una educación inclusiva y de calidad, gratuita y obligatoria”, promoviendo políticas públicas con participación de la comunidad educativa, como el mejor medio para luchar contra la pobreza, combatiendo las desigualdades de origen.Un sistema educativo y un currículo que atienda a la diversidad, que además de ser un elemento básico de la naturaleza, lo es también de la cultura y de la sociedad. Aprender a valorar la diversidad es un objetivo educativo fundamental para luchar contra las concepciones antidemocráticas de exclusión social o cultural.