Entre los principios destacados de la nueva Ley de Educación, recientemente aprobada, destacan los relativos a la convivencia y ciudadanía democráticas, la prevención de conflictos y la resolución pacífica de los mismos, el respeto a los Derechos Humanos y de la Infancia, en la línea de la cultura de paz y no violencia que promueve Naciones Unidas , impulsando una serie de valores, actitudes y comportamientos, que reflejan el respeto a la vida, a la dignidad del ser humano y a la naturaleza, y que ponen en primer plano los derechos humanos la igualdad de hombres y mujeres y el rechazo la violencia en todas su formas, como modo de prevención de los conflictos.
Para ello se ha introducido una nueva materia obligatoria de “ Educación en Valores Cívicos y Éticos”, que prestará especial atención a la reflexión ética sobre contenidos referidos al conocimiento y respeto de los Derechos Humanos y de la Infancia, a los recogidos en la Constitución Española, a la educación para el desarrollo sostenible y la ciudadanía mundial, a la igualdad entre hombres y mujeres, al valor del respeto a la diversidad y al papel social de los impuestos y la justicia fiscal, fomentado el espíritu crítico y la cultura de paz y no violencia.
Porque para promover la paz es necesario implementar acciones que signifiquen cambios de mentalidad que creen condiciones de confianza, legitimación, respeto y armonía de todo ser humano consigo mismo y con los demás.
El combate a la pobreza, el reconocimiento de los derechos individuales, políticos, económicos, sociales y culturales, la igualdad de género y la justicia social se vislumbran mediante le construcción efectiva de una educación para la paz, en definitiva, de una cultura de paz.
Promover la paz para prevenir la violencia y transformar conflictos en clave de seguridad es una responsabilidad social tanto del Estado como de las personas que constituyen la sociedad civil, para lo que es necesario implementar medios alternativos de soluciones pacíficas, donde las personas sean las protagonistas de la paz. Y la escuela como institución socializadora tiene un papel fundamental en dicha tarea.
La constitución de la Organización de las Naciones para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) permitió proclamar que es un deber y responsabilidad de todas las Naciones ”la amplia difusión de la cultura y la educación de la humanidad para la justicia, la libertad y la paz” (ONU, 1945 b), conceptos todos inherentes a la dignidad de los seres humanos.
En el mismo espíritu de la Carta de Naciones Unidas, la constitución de la UNESCO en su artículo I, propone “contribuir a la paz y a la seguridad estrechando, mediante la educación, la ciencia y la cultura, la colaboración entre las naciones, a fin de asegurar el respeto universal a la justicia, la ley, a los derechos humanos y a las libertades fundamentales sin distinción de raza, sexo, idioma o religión, que la Carta reconoce a todos los pueblos del mundo”.
El espacio más democratizador de la sociedad es la Escuela, convirtiéndose en un territorio privilegiado para construir una cultura de paz y combatir así la violencia, todo tipo de violencias.
Vivimos tiempos en que la violencia ha tomado matices y nuevas formas de expresión como la discriminación, la xenofobia, el abandono, el bullying, la imposición de ideas y la segregación. Las primeras víctimas de ello son las niñas, los niños y adolescentes, teniendo consecuencias graves en su desdarrollo personal y social, que, sin duda, pueden evitarse.
Es por ello que la nueva Ley de Educación del Gobierno busca que los y las adolescentes terminen sus estudios de secundaria desarrollando un conjunto de habilidades emocionales como autoconocimiento, autoestima y herramientas que permitan afrontar riesgos con autonomía y libertad. Esta apuesta se enmarca en el Objetivo de Desarrollo sostenible 16, que señala que la paz, la justicia e instituciones sólidas son el camino para el desarrollo sostenible de las sociedades.
Construir una cultura de paz implica reconocer y hacer de la escuela un espacio atractivo, acogedor y seguro que posibilite llevar a cabo proyectos de vida saludable a los niños, niñas y adolescentes.
Necesitamos hacer de la Escuela un espacio para la tolerancia, la solidaridad, el respeto a los Derechos Humanos, la no violencia y la paz. El compromiso es ineludible.
Pero, además, educar para la paz es asumir que el conflicto forma parte de nuestras vidas y que tenemos que aprender del mismo, habida cuenta que la paz no es otra cosa que “la superación de los conflictos”, es decir, es el estadio en que los conflictos son superados por las personas y por las comunidades de forma positiva, creativa y no violenta. Para ello es fundamental estimular la creatividad, para que al buscar soluciones a los conflictos, prevalezca la comprensión mutua, la tolerancia y el desbloqueo de posiciones.
No existe un solo aspecto de nuestro comportamiento que esté tan determinado que no pueda ser modificado por el aprendizaje. La construcción de la paz empieza en la mente de los seres humanos.La cultura de paz favorece el desarme y se opone a la política de militarización de la sociedad. La cultura de paz incluye estilos de vida, patrones de creencias, valores y comportamientos que favorecen la construcción de la paz y acompaña los cambios institucionales que promueven el bienestar, la igualdad, la administración equitativa de los recursos, la seguridad de los individuos, la identidad de los grupos o naciones, sin necesidad de recurrir a la violencia. Es una cultura que promueve la pacificación.
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