Lo duro no es ver la tierra árida

Lo duro no es ver la tierra árida

ni que el corazón se rompa

e inunde de lágrimas la almohada;

lo duro no es ver cómo los sueños

se despeñan uno a uno por el largo desfiladero

transformándose en fósiles dibujados

en las páginas de un libro;

lo duro tampoco es respirar miedo o tristeza,

de eso hay mucho donde se aparca a los ancianos

repudiados de la vida.

Lo duro, en verdad, es cabalgar a lomos de la inercia

con los párpados cerrados

sin esperar ya nada de la esperanza,

sin saber por qué hay que continuar

levantando la cabeza

en un mundo que ha dejado

de creer en sí mismo.