Historias Interrumpidas

-La fotografía era un amasijo de pellejos y botox. Los amores cobardes no llegan a amores ni a historias, se quedan allí.

-El médico forense le pidió una muestra de su cabello para comprobar su grado de consumo. En un descuido, saco una maquinilla y se rapó la cabeza. No quería perder al hijo que le quedaba.

-Explicaba el Amazonas con la vehemencia del aventurero. El conserje del hotel sorprendía al dueño que saboreaba a menudo el Caribe. Nunca había estado ni falta que le hacia, sabía que su patrón tampoco.

-Afirmaba sin titubeos que se había tirado a Halle Berry, voyeur y sicópata pervertido, la tenía cebollona y paralítica.

-Les contó que era cantante de rock, necesitaba sentirse poderosa. No tenía bastante con ser la mejor y así había llegado a ser todo lo que la destruía.

-Cincuenta años con ella en el corazón, su foto en la cartera le acompañó treinta, también alguna mentira más.

-Se la encontró en la puerta como una perra abandonada y lastimada, negaba lo evidente.

-El socialista quería un cargo más, seguir en la pomada del poder aparente, peloteo y continuismo; esa era la oferta.

-Un verano más su vida se desintegraba en la desgracia cotidiana.

-Provisionalmente habían determinado que todo fuera provisional.

-Lo tenían trabajando a doble turno y solo un día de descanso. Un atentado a los derechos fundamentales del trabajador; salía a las 21 o más y entraba a las ocho.  La vida de esclavo que antes le vendía a sus trabajadores, ahora le pasaba factura. 

-No se puede poner freno al amor, es imposible dejar de estrellarse.

-Si un escritor o escritora ha publicado miles de páginas con calidad literaria, pero no ha atravesado la línea mágica de la emoción y el compromiso humano, nadie se acordará de ellos.

–Les dio un triste cuaderno familiar que convirtieron en libro publicable, no eran sus biógrafos, como él pretenciosamente pretendía, sino que habían convertido en libro cuatro agendas antiguas manuscritas. Lo quería gratis, porque él lo valía.

-ÉL había escrito. “Albergas en los pliegues de tu alma una geografía recóndita a la que siempre vuelves. Es una ciudadela de arena, erguida a veces, escombrada otras, que fecunda las orillas de la memoria”

-Ella le contestó: “Devoro a dentelladas el muro de cristal que, cuando me alejo o te alejas, se alza pertinaz entre tu imagen y mis besos. Camino por el sol de julio con tu nombre incrustado en las manos”.

-Estos días ha vuelto la lluvia para florecer lo oculto.