Homenaje a Aliana, una librería gastronómica en el corazón de Tetuán

La librería Aliana conservaba, ya entrado el milenio, la aureola mágica de los comercios de barrio. En ella todo era personal, desde su escaparate hasta la perra Kira, una hermosa labradora que salía a tu encuentro nada más traspasar la puerta. Cada detalle tenía la calidez que suelen desprender los negocios “atendidos por sus dueños”, como la tienda de Kathleen Kelly, el delicioso personaje de Meg Ryan en “Tienes un email”.

Ana Adarraga Elizarán y su hija Arantxa Miralles Adarraga podían sugerirte la mejor novela, el best seller más exitoso o el recetario más completo de cualquier rincón del mundo. Porque Aliana era un lugar para descubrir colores, olores y sabores, ya que este sitio tan especial, que se situaba a pocos metros del estadio Santiago Bernabeú, se especializaba en libros de gastronomía. 

Así, mientras se oían los gritos de los hinchas del Real Madrid por algún gol, Pepita Ruiz Jaramillo, la fiel empleada de la casa, acercaba una silla para que los niños leyeran cómodamente, les regalaba una piruleta y alegraba con su amabilidad las compras o las consultas de los clientes. 

Pero además de adquirir un buen texto o de conversar sobre autores y obras, entrar en la librería te permitía acercarte a momentos fundamentales de la historia reciente de España porque Aliana, desde su misma inauguración estuvo atravesada por los vaivenes de la realidad española.

La tutela a las mujeres 

Corría el año 1973 cuando doña Ana decide abrir un comercio en la calle General Varela (llamada Julián Besteiro a partir de 2017), a una cuadra de la avenida Orense, en el distrito madrileño de Tetuán. Una librería pequeña en la que los lectores pudieran obtener novedades, manuales, antologías y ensayos. 

Y este proyecto encontró su primer escollo en su origen, ya que una mujer no podía realizar ninguna iniciativa económica sin contar con la firma de su marido. Según la legislación española, hasta el año 1975, las mujeres debían tener la autorización del marido o del padre para abrir cuentas bancarias, regentar un negocio o realizar cualquier transacción comercial.

Pero el espíritu libre de Ana superó todas las barreras. “No quería ser solamente madre y esposa, así que hice cursos en la escuela de librería, trabajé como empleada dos años y al cabo de un tiempo decidí abrir mi propio local”, explica. “Tenía cuatro hijos, pero quería algo más que la vida doméstica”.

Aliana volverá a arder

Pasó el tiempo y la librería se abrió, con gran éxito. Pero cuatro años más tarde, un 8 de diciembre de 1977, Ana recibió una llamada en plena noche para informar que la librería estaba en llamas. 

Varias dotaciones de bomberos lograron apagar el fuego, pero las pérdidas fueron irreparables. “Perdimos todo, además de los libros, las ventas de Navidad y de Reyes, que son las más importantes del año… Pese a eso, seguimos”, evocó, emocionada, la librera. 

Nunca se descubrieron los autores del atentado ni se supo exactamente cuál fue el móvil. Ana tiene dos teorías que apuntan al autoritarismo de un algún grupo de exaltados que no comulgaban con el espíritu de la Transición que inundaba España. “Por un lado, mi condición de vasca, porque había cierto rechazo de algunos sectores que confundían ser vasco con ser violento”, señala, ya que por esos años la organización terrorista ETA cometió decenas de atentados y esta situación generó cierto rechazo a los ciudadanos vascos por sectores muy minoritarios de la sociedad.  “Por otra parte, quizás algunos vecinos estaban “molestos” porque vendía libros de Antonio Machado o Federico García Lorca que, si bien no estaban prohibidos, eran considerados “inadecuados”, agrega. “Cuando fui a hacer la denuncia a la policía pensé “Madre mía, cuando le diga mis apellidos…”, pero no fue tan grave. Puse todo mi empeño y catalogaron el incendio como “atentado político”. Aun así, quedó impune”.

El 20 de enero de 1978 la librería reabrió sus puertas. Se habían asegurado las entradas y se habían blindado los cristales para evitar otro ataque. A la mañana siguiente, un frío 21 de enero, cuando abrió el local, encontró en la papelera de la calle una leyenda amenazadora: “Aliana volverá a arder. Sexto Comando Adolph Hitler”. Ana sospechó que ese comando estaba formado por un grupo de vecinos que no comulgaban con los vientos de cambio que se vivían en España. “Eran personas conocidas, algunos parientes o amigos de las compañeras del colegio de mis hijas. Recuerdo haber preguntado a una niña si sabían quiénes eran y solo me dijo: “Hay mucha rabia” y se calló”, recuerda con dolor.

Pero Aliana renació de las cenizas. Ese comando siniestro no cumplió su amenaza y el único fuego que apareció en Aliana fue el de las sartenes, las ollas y las cacerolas que desde el escaparate nos invitan a leer y a saborear un buen plato o un buen cuento.

Los nuevos mercados del libro

Los tiempos nuevos de la España democrática también cambiaron la librería. Aliana dejó de necesitar la tutela del esposo de Ana porque con la promulgación de la nueva Constitución se modificaron numerosas leyes y se aprobaron otras, como la ley del divorcio. “Fui una de las primeras que me divorcié y la librería pasó a ser totalmente mía”, recuerda.

Con la democracia y el crecimiento económico de España también crecieron las ventas y los ochenta fueron años de consolidación. Sin embargo, hacia fines de dicha década, se comenzó a observar una caída en la venta de libros, especialmente de best sellers y novedades.

“Nos dimos cuenta de la influencia de las grandes superficies que se instalaban en España. Ya vendía libros El Corte Inglés¸ pero aparecieron Carrefour, VIPS y otros almacenes. Esto provocó una pérdida notable en las ventas y por eso vimos la necesidad de cambiar la estrategia comercial para seguir adelante”, evocó la librera.

“Como todos los vascos, nosotros hacemos de la comida un culto, y por ello, pensando en qué podíamos especializarnos, apareció la idea de especializarnos en libros de cocina. Entonces, en 1991 lanzamos “Librería Gastronómica Aliana” y así continuamos hasta 2020”.

Crisis económica y repercusión en el sector librero

Según la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), la caída de las ventas de libros en 2008 fue del 18%. Por causa de esa crisis, la facturación descendió un 11,2% y el número de ejemplares vendidos se redujo un 20,3%. Esta situación afectó especialmente al pequeño comercio, a la librería de barrio, y Aliana no fue ajena a esta problemática.

“Es una de las peores épocas que recuerdo”, asegura Ana y su hija Arantxa acota que “el único sector que se mantuvo fue la venta on line”. Para fortalecer esta estrategia, Ana Adarraga estudió informática con la ilusión de que este pequeño rincón de cultura, libros y cocina siguiera abierto. La crisis de la burbuja inmobiliaria, que ha provocado el cierre de algunos pequeños comercios vecinos, no derrotó a Aliana. Por el contrario, la librería se convirtió un referente para el sector gastronómico y era muy frecuente la visita de grandes cocineros, como Dabiz Muñoz o Quique Dacosta, para conocer las últimas novedades. En la Feria del Libro, la casilla de Ana y Arantxa era una consulta imperdible para entendidos y aficionados a la restauración. 

Para dar cuenta de la labor fundamental de Aliana en el mundo de la cocina, basta indicar que en 2018 la Real Academia de la Gastronomía le otorgó el Premio “Marquesa de Pavere” a la Mejor Iniciativa Editorial Española por ser “pionera en el sector” y permitir a los clientes de todos los rincones del mundo “disfrutar de su fondo de más de 7.000 ejemplares”.

Nuevos hábitos de consumo con la masificación de la venta por Internet

Ya entrados en la década de 2010, se comenzó a notar ciertos cambios en los comportamientos de los consumidores. “Muchos clientes que consultaban nuestra web nos decían que Amazon les traía el libro a casa en pocos días y, pese a que seguían nuestras referencias y nuestros consejos, nos dejaron de comprar”, detalla con tristeza Arantxa.

Los problemas económicos comenzaron a sucederse y el negocio, pujante y sólido, ya no ofrecía el nivel de ganancias de otros años porque los compradores optaron por la digitalización. Fue entonces cuando Ana y su hija tomaron la dura decisión de cerrar las puertas de Aliana. “En noviembre de 2019 llegamos a la conclusión de que no podíamos continuar, así que realizamos una liquidación completa de existencias. Llegamos a ganar en un mes lo que reuníamos en seis. Lamentablemente, en enero 2020 cerró la librería”, evoca Arantxa con pesar.

Han pasado cuatro años desde el cierre de Aliana. Sufrimos la pandemia y el confinamiento y dos guerras se han desatado en el mundo que tienen en vilo a la toda la Humanidad. Los vecinos de Aliana, que periódicamente consultábamos las novedades o buscábamos algún clásico, nos hemos quedados huérfanos. Kira ya no nos saluda desde la puerta, Ana se ha jubilado, pero Arantxa no pierde la esperanza en el sector. “Hace unos días me dijo una persona que quería abrir una librería. Me hizo mucha ilusión saber que todavía hay valientes que quieren hacer el intento”.